30 jul 2012

España se queda sin medalla en el fútbol


El metal parecía asegurado, pero la selección olímpica se marchará de los Juegos de Londres con otro tipo de medalla colgada al cuello, la del infortunio. España volvió a perder, esta vez contra Honduras, y se quedó sin opciones de estar en cuartos una jornada antes del final de la fase de grupos, quién lo diría. Parece inexplicable. Lo es. Nada estuvo con España. La Rojita se marchó mandando tres balones al palo, tres, y tampoco contó con la colaboración del árbitro Juan Soto, más bien justo todo lo contrario. El colegiado nos quitó dos penaltis, uno clarísimo a Rodrigo, y algunos vieron en el venezolano a un familiar de Al Ghandour.
España comenzó perdiendo muy pronto y no pudo arreglarlo. Un gol de Bengtson a los 7 minutos fue suficiente para Honduras, que contó con aliados de todo tipo, de madera, con un silbato colgado al cuello y también, justo es reconocerlo, con un héroe con guantes y alas. Mendoza, portero hondureño, inició su camino al estrellato.
No hizo nada del otro mundo España antes del descanso, pero pudo marcar un par de veces en sendos disparos de Mata que no entraron. La olímpica pudo reprocharse unas cuantas cosas en esos primeros cuarenta y cinco minutos, pero no en la segunda mitad, donde buscó el gol por todos los caminos. Lanzó tres disparos a los palos, se topó con buenas paradas de Mendoza, una espléndida a cabezazo de Rodrigo, y el árbitro colaboró en el laberinto sin salida del que no salió España. El juego salió mal, muy mal.
Muniain, ausente el primer día, acudió al rescate, pero tampoco de nada sirvió. Él lanzó a España tras el descanso, pero acabó desquiciado, como todos, ante la situación que le había planteado el fútbol, maldito cuando no ganas. En esa segunda parte, Ander entró por Koke y los de Milla hicieron todo lo posible por olvidar lo que había pasado hasta entonces, pero la introducción, el nudo y también el desenlace fueron fatales para España.

El encuentro, con el que jugó Honduras en el primer asalto, saltó por los aires en los segundos cuarenta y cinco minutos. El palo sacó un cabezazo de Espinoza y, desde ahí, el acoso de España fue espectacular. No hubo derribo, ésa fue la cuestión, ya sea de mala suerte, de imprecisión o, simplemente, de fútbol.
El metal con el que se contaba se escapó a las primeras de cambio, pero España murió con dignidad, algo que nunca debe perderse. El fracaso fue estrepitoso, pero este deporte nunca ha tenido sentimientos con nadie en especial. Lo que vale es lo que dice la pelota.

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